Nuestro ritmo actual de producir y desechar lleva implícito un concepto que lo impulsa: la obsolescencia programada. Descubre qué significa exactamente y cómo afecta al planeta en el que vivimos.
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ToggleEl economista, sociólogo y escritor Vance Packard, investigador del consumo norteamericano, ya apunta en su libro The Waste Makers tres formas distintas de obsolescencia programada. A saber:
Obsolescencia de función. Con ella nos referimos a cuando aparece un producto que sustituye a otro por una funcionalidad superior. Por ejemplo, sería el caso de los teléfonos móviles que han ido incluyendo mejoras tecnológicas: cámara fotográfica de mayor calidad, Bluetooth, reconocimiento facial, etc.
Obsolescencia de calidad. Seguro que alguna vez has oído decir, o quizás lo has dicho hasta tú mismo, aquello de “antes las cosas las fabricaban para que duraban más”. Eso, de forma coloquial, podríamos decir que es la obsolescencia planificada de calidad. Es decir, cuando la vida útil de un producto está fijada deliberadamente para que dure un tiempo determinado. Este tipo se da bastante cuando compramos electrodomésticos, por ejemplo, cuando es menos rentable repararlo que estrenar uno y comienza a dar fallos una vez que el periodo de garantía está agotado.
Obsolescencia de deseo. Este tipo de obsolescencia programada tiene mucho que ver con el consumidor. La entendemos como el deseo de poseer el modelo más actual, novedoso o moderno del mercado. Es decir, el producto sigue funcionando, tampoco hay otro en el catálogo que sea mejor, pero sentimos esa “necesidad” de sustituirlo. Este tipo sería muy habitual en el mundo de la moda con la ropa, los zapatos y complementos.
Para conocer los orígenes de la obsolescencia planificada nos tenemos que remontar a la década de los años 20-30 del siglo XX. Uno de los productos que primero sufrió esta obsolescencia programada sería la bombilla. La de Edison de 1879 tenía una vida útil media de 2.500 horas mientras que en 1925 ya solo duraba 1.000 horas. Una de las bombillas más famosas que se escapó de este fenómeno es la Centennial Bulb que brilla en el parque de bomberos de Livermore-Pleasanton en California desde 1901 y que entró en el Libro Guinness de los Récords. No obstante, se cree que su potencia original era de 30 vatios y hoy luce con solo 4.
Por otro lado, otro producto que sufrió la obsolescencia programada fueron las medias de nylon de DuPont. La empresa química las puso en venta en los años 40 y eran irrompibles. De hecho, en la época se hicieron pruebas remolcando coches con ellas. Entonces, ante la previsible bajada de ventas, se fueron volviendo cada vez más frágiles.
Las 5 consecuencias más negativas que la obsolescencia planificada genera en el planeta son:
Nuestro compromiso con el medioambiente pasa por apostar por modelos de negocios basados en la economía circular. Y tú, ahora que sabes cómo afecta la obsolescencia programada al planeta, ¿te unes a él?
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